Despiertan los desarrolladores de juegos en Cuba

Un artículo llamó mi atención ayer en un sitio que podríamos llamar "alternativo". O sea, que no responde a las políticas editoriales del gobierno, lo cual no viene al caso ahora, poues lo importante es el texto en sí. La noticia, y no podemos calificarla de otra forma, es que un grupo privado se ha embarcado en la tarea de comercializar su juego dentro de Cuba. Isla Gráfica, que así se hacen llamar, presentó un demo de Yeli en la Feria Arte en la Rampa, dicho demo fue distribuido gratis, pero además vendieron merchandise relacionado con el juego, práctica habitual como deben saber los lectores no cubanos que pasan por acá, pero algo completamente novedoso en nuestro país.
Los planes no se quedan ahí, pues la idea, según nos cuenta Yoel Brito, el jefe de esta aventura, es lograr los micropagos vía SMS. Estamos hablando de acceder a mecanismos que ni siquiera las entidades estatales utilizan, por parte de una entidad privada, algo que en nuestro contexto era casi impensable.
Para entender esto, hace falta considerar que en Cuba, los emprendedores nunca fueron vistos con buenos ojos. El negocio privado fue casi erradicado a finales de los 60: todo pasó a manos del estado. Sobrevivieron muy pocas cosas y no entraré en detalles, mayormente porque no viví esa época y mis conocimientos son escasos.
Y es que un emprendedor es una persona que no depende del estado para mantenerse, así que puede darse el lujo de ir a su aire, un pecadillo molesto en un país donde el gobierno prefiere tener alguna palanca para "presionarte", de ser necesario. No puedes exigirle a alguien que tiene su propio negocio que acuda al desfile del 1ro de Mayo, o algo así. Incluso, los emprendedores casi siempre acaban teniendo más dinero que los trabajadores mejor pagados.
Lo más aproximado serían los artistas exitosos, pero éstos siempre están afiliados a alguna organización dirigida por alguien de (aparente) inquebrantable lealtad al régimen.
Hasta hace unos años, los negocios privados estuvieron separados de las empresas y organismos estatales por una barrera de leyes y decretos que establecían rígidamente los servicios que podían prestar y limitaban cuánto podía pagar una entidad del estado a un particular. Ahora, la barrera se está levantando poco a poco, pero cuesta mucho trabajo eliminar la barrera mental. En un país donde hay que esperar las decisiones de arriba, los jefes no suelen tomar riesgos. Así que estamos en una especie de podemos ser amiguitos, pero mejor no, por si acaso papá cambia de idea.
Los desarrolladores cubanos nunca hemos estado de espaldas a la creación de juegos, al contrario. Pero es un mercado que las empresas no han querido explotar, ni siquiera con fines propagandísticos. Exceptuando el penoso Gesta Final, un juego del que no he oído buenas opiniones. Se ha fomentado el juego educativo, pero no su distribución más allá de las escuelas. Y el hecho de que tales productos no estén regados en todas las PCs domésticas, me hace pensar que despiertan muy poco interés en los niños.
Por tanto, durante años, el país ha estado desperdiciando talento que podría haber ingresado millones de dólares al país. Quizás lo que asusta sea precisamente eso: que dichas personas tengan la capacidad de ganar cientos de miles de dólares. Habrá que ver lo que nos depara el futuro. Mientras tanto, mis felcitaciones a isla Gráfica, por abrirnos camino.

Comentarios

  1. Entonces adopten la modalidad crypto: emprendan globalmente y ganen en bitcoins. Hay MMOs en marcha que manejan micropagos en criptomonedas. Incluso pueden ser proyectos opensource y recaudan capital semilla con venta de tokens.

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  2. El gran problema aquí es la falta de comunicaciones. No sé cómo lo habrá manejado Isla Gráfica, pero se desprende que el grupo completo (que no debe ser muy grande) radica en la Habana. En el caso del proyecto que manejo, estamos regados por todo el país y uno de los modeladores solo ha visto el juego en imágenes, porque no hay forma de hacérselo llegar.
    Sin internet en las casas es imposible acometer un proyecto de envergadura media o grande que involucre a más de un programador.

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