Volviendo a la normalidad

En estos días hemos vivido acá un pequeño drama con una serie de eventos telúricos (o sea, temblores) anómalos. Anómalos por su frecuencia, pues ya vamos por 600 desde la madrugada del domingo. Los más perceptibles ocurrieron durante dicha madrugada, que contó con su propio sismo de 5 grados, dos por encima de 4 y rozando los 5, y algunos de 3. En total, 12 perceptibles antes de la tarde.
La madrugada del lunes tampoco estuvo exenta de sustos. Yo estaba bien dormido, pero mi novia me despertó cuando ocurrió el primero. Ya el segundo no lo sentimos, adormecidos en el sofá, cerca de la puerta, nuestra única vía de evacuación. En fin, que los santiagueros llevamos ya algunas noches de mal sueño, aunque las dos últimas han sido relativamente tranquilas. Sabemos que sigue temblando, pero no es perceptible, y ojos que no ven, corazón que no siente. Lo cual no quiere decir que no estemos asustados.
Los días así son malos para el trabajo, recién ayer fue que pude escribir algunas (muy pocas) líneas, y ni hablar de programar. Es imposible producir algo cuando tu cuarto se mece y vibra con el paso de cualquier vehículo pesado y con tanto susto acumulado uno tiende a saltar con cualquier cosa.

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