Mouse cableado, mando inalámbrico

Ya llevo un buen tiempo utilizando un mando de Xbox 360 en casa para jugar (siempre que le juego lo permita) y usando a tiempo completo un ratón inalámbrico en el trabajo. Y mis conclusiones son las del título.
Supongo que cada cual tendrá las suyas, claro. En el caso del mando, sí echo de menos la libertad que me daría un inalámbrico. Poder poner la silla donde me dé la gana (aunque no tenga mucho lugar para moverla) y quitarme la molestia de un cable que a veces estorba, se arrastra por el piso y que puede dañarse son las razones principales. O sea, que en algún momento tendré que hacer una enorme inversión en un mando nuevo, posiblemente de Xbox One, un receptor, baterías recargables y un cargador. Probablemente eso será para finales del año próximo. O incluso después.
En cambio, el mouse es un periférico que requiere de la mesa o una superficie de apoyo para funcionar. No puedo ponérmelo en las piernas y seguirlo usando con comodidad. He experimentado unos cuantos fallos curiosos con el ratón inalámbrico, que me inspiran más desconfianza que otra cosa. Y eso que el ratón que uso en la oficina no es malo ni barato, porque a diferencia de mi anterior trabajo, aquí mi jefe no suele comprar basura. Pero luego de tres meses, no me convence en lo absoluto. Y aún sin las desventajas mencionadas, no veo que un ratón inalámbrico haga algo que no haga el cableado, por lo que creo que no vale la pena gastar en baterías, cargadores, etc. Esa, junto con un teclado nuevo, sí es una inversión que tendré que hacer a corto plazo.

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