La Ilíada, versión resumida para reguetoneros

 Si eres un joven demasiado ocupado (hay mucho reggetón por oír, y tan poco tiempo de vida) para leerte la Ilíada, pero aún así quieres impresionar a tu novia intelectual, aquí te va un resumen para que no te quedes a cuadros cuando se hable del tema. La Ilíada es un poema escrito por Homero, el ilustre tuerto de ambos ojos (o sea, que estaba cegato), que era un aedo de la época de la Antigua Grecia, hace un cojonal de años. Es un poema raro porque no está en verso, pero en aquel tiempo era lo que se usaba. O sea, como el reggetón de ahora, que tampoco es música ni está en verso, pero aún así le llaman música.

La cosa empezó porque Paris, el hijo del Príamo el rey de Troya, le robó la jeva a Menelao, un rey griego. Menelao, o Meneo, como le decían sus amigos, reunió a su pandilla de reyes griegos y se fueron a Trocha, digo, a Troya, a masacrar a todo el mundo y robarse lo que no estuviera atornillado al piso. Pero diose el caso que por el camino le robaron la hija a un tipo ahí que era babalao de Apolo, le saquearon la casa, etc. Agamenón, el capo de los griegos, se quedó con la hija y repartió lo demás. Pero el babalao les echó una maldición de las feas y los griegos empezaron a morirse como moscas: de cólera, de dengue, y hasta de chikunguya.

Había que devolverle la hija al tipo, y Agamenón  dijo que ni pi 3,14. Que si él la devolvía, había que darle otra. Y en una muy mala decisión, le quitó la esclava a Aquiles. Total, le dijo, para que duerma contigo y te cocine ya tienes a Patroclo. Pero Aquiles, que era una pájara tragiquísima, cogió un berrinche de tres pares, y le dijo: No te arrastro de aquí a la Habana porque Zeus es grande, pero no me ves más este pelo teñido y con keratina en el campo de batalla, hasta que me devuelvas a mi esclava. Y ahí empezó todo.

La pura de Aquiles tenía sus contactos en el Olimpo, y la vieja se movió feo, le llevó una merienda a Zeus (y dicen las malas lenguas que hasta otras cosas le hizo), y le pidió que le pusiera la cosa mala a Agamenón y su pandilla. Y así fue. Desde ahí hasta casi el final la Ilíada se resume en Fulanito le metió una lanza a Menganito por la caja del pan, Zutanejo atravesó a Chicho el Cojo con su espada, muchas tripas, sangre negra derramándose, etc (ver  la peli 300, para hacerse una idea).

Pero Patroclo, que era medio sentimental y todo eso, le cogió lástima a los griegos porque los troyanos les estaban dando hasta con la taza del baño. Le pidió permiso a Aquiles para tomar sus armas y se fue a pelear. Al principio los troyanos, que le tenían pánico a Aquiles, se espantaron. La cosa iba bien para los griegos, que se estaban desquitando de la paliza, pero entonces Héctor, hijo de Príamo (Príamo tenía como 500 hijos, el viejo era todo un caballero templario), sacó la cara por los troyanos y se enfrentó a Patroclo, con tan buena suerte que le metió la lanza… pero no por donde Patroclo estaba acostumbrado, y lo mató.

El pobre Aquiles estaba desconsolado. Había perdido a su amiguito, y además una armadura traída de Europa, no una copia china. Como siempre, la pura fue la encargada de resolverle el problema, yendo con Hefesto, el merolico del Olimpo, para conseguir una armadura nueva, de “afuera”. Aquiles regresó a la batalla y mató muchos troyanos, incluido Héctor. Luego arrastró el cadáver (a Aquiles le encantaba eso de arrastrar a la gente) por toda la llanura y lo dejó al sol. Sin embargo, el rey Príamo se coló en su tienda una noche y logró conmoverlo, y Aquiles, que como todo gay tenía su corazoncito, le devolvió el cuerpo para que lo enterrara.

Y aquí empiezan las letricas, o sea, que acaba La Ilíada. Quizás más adelante les narre la Odisea, que es más o menos como una segunda temporada.

Aclaración: Para los listillos, en griego original, la Ilíada sí está en verso (en parámetros dactilares o una cosa así, lo pone en la Wikipedia qque nunca se equivoca).

Comentarios

  1. Q bien! Por qué no me haces una de Ulysses de James Joyce, a ver si así lo entiendo.

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  2. Mija, por experiencia: el Ulisses de James Joyce solo lo entendían Dios, James Joyce, García Márquez y un muchacho de Letras llamado Ángel. En ese orden.

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