Videojuegos en Cuba, la situación hoy


Para conocer la historia de los videojuegos en Cuba es imprescindible leer Hecho en Casa Historia de los videojuegos en Cuba, y complementarlo con Merchise Arando un sueño en la superficie del sol. Para entender por qué Cuba no es país para desarrolladores de juegos (ni de otras cosas), primero habría que entender Cuba, y eso no es posible. Es que este país se rige por una lógica propia que carece de toda racionalidad. Sin embargo, leyendo ambos libros se puede deducir fácilmente cómo nos convertimos de un candidato a potencia en el desarrollo de videojuegos a un rechazo total, que recién ahora se está despejando.
Como no conozco a fondo el pasado, prefiero hablar del presente, que aunque tampoco lo conozco bien por lo menos lo estoy viviendo. O sufriendo. ¿Es un buen momento para los videojuegos en Cuba? Pues, como diría la tortuga gigante de la Historia sin Fin: podría serlo, o podría no serlo. Desde hace unos años se ha levantado la veda a los videojuegos en las instituciones oficiales, que ahora están lanzando jueguitos casuales y no tan casuales, que por primera vez en la vida no son birrias didácticas infumables. Hay grupos independientes como ConWiro o Empty Head Games, creando sus propios productos, lo que demuestra que talento sobra. Tenemos una plataforma de aplicaciones para Android. Tenemos hasta un intento de MOBA, Coliseum, lastrado por la falta de conectividad que no parece que se resolverá a corto plazo. Lo que no tenemos ahora mismo es la infrastructura necesaria para crear un mercado, donde el cliente le pague al desarrollador, pero eso también viene en camino.
Parece que las cosas no están tan mal, ¿no? Pues las apariencias engañan.
Lo más importante que no tenemos es un marco legal. Las cooperativas están en el limbo y las licencias para programadores vagan por el burocraespacio, de estudio en estudio, en espera de que un día alguien se decida a volver a liberarlas. Y es que la idea de que un adolescente o adolescenta (¡inclusividad ante todo!) con una aplicación hecha  en dos meses de trabajo pueda comer langosta, comprarse casa, moto eléctrica y demás seguramente le pone los pelos de punta a todo el gobierno. El de Donald Trump, por supuesto, recuerden que todo es culpa del embargo.
O sea, que si eres la División de Audiovisuales de la Empresa Nacional de Cultivo de Almejas, no deberías tener problema para desarrollar tu Simulador de Ostra. Pero si eres Chicho el Cojo y tienes una idea genial de un multijugador battle royale, con todas las de la ley, estás muy embarcado. Para empezar no podrás rentar un servidor. Si intentas formar una alianza estratégica con alguna institución estatal te encontrarás que lo mejor que pueden ofrecerte es quedarse con tu juego, cobrar una pasta, ya ti darte una plaza con un salario normalito, como colaborador. Encima, quizás conviertan las facciones de tu juego en mambises contra españoles o algo así.
O sea, señores, que las cosas no están bien. Ni tampoco tan mal. Cuba no ha logrado desarrollar una industria de videojuegos; hablando como libro de texto, estamos en la fase manufacturera y ahí seguiremos por un buen tiempo. Lo lamentable es que se ha demostrado que hay un mercado nacional, que quizás no produzca millones pero que podría darle vida a los creadores locales, independientes o estatales. Y esos creadores locales también podrían abrirse camino en el extranjero. Si el bloqueo nos deja, claro, recuerden que Trump no quiere que los desarrolladores de juegos cubanos coman langosta y etcétera, etcétera.

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