Ha sido un año abundante en viajes a la Habana, "la capital de todos los cubanos". No sería nada del otro mundo de no ser porque desplazarse esos insignificantes 900 km, apenas una agitada hora a bordo de un Il-96 o un An-158, son tan caros para el cubano común y corriente que a veces pasan años sin que podamos visitar la deseada ciudad. En este viaje la agenda fue apretada y el escaso tiempo libre recortado por la lluvia. Se quedaron pendientes cosas como la visita al Maxim (llegué muy tarde el domingo) y al Submarino Amarillo (nos quedamos sin presupuesto justo ese mismo miércoles). También tuve que saltarme la cerveza en Prado #12, por falta de tiempo y dinero. Como siempre, eché de menos una cámara, tal vez no buena, pero al menos mejor que la de mi móvil (un amigo se ofreció a donarme una, pero desgraciadamente la dejó a miles de kilómetros de distancia: en Sudáfrica).
En cambio, tuve algo de tiempo para conversar con Yoss, previendo que quizás no nos veamos en un año o más, y para servirme de su importante colección de cosas raras, como por ejemplo la miniserie de Flash Gordon (esa que nadie menor de 35 recuerda) y Mad Max II. Le eché un vistazo de cerca a otra pieza valiosa de su colección: la katana (hecha en Cuba, pero que se ve muy bien).
Tuve la posibilidad de conectarme a Internet desde el móvil, toda una nueva experiencia que me sirvió para reiterarme mi necesidad de una pantalla más grande. Definitivamente, de alguna forma tengo que dar el salto a las 5 pulgadas.
Ahora que estoy de regreso me espera un tren de trabajo bastante molesto: un par de concursos de novela el año próximo y rescatar un abandonado proyecto de programación. Todo eso luego de ponerme al día con las noticias y sin dejar de trabajar en otros compromisos. No sé si conserve la cordura con tantas cosas juntas.
En cambio, tuve algo de tiempo para conversar con Yoss, previendo que quizás no nos veamos en un año o más, y para servirme de su importante colección de cosas raras, como por ejemplo la miniserie de Flash Gordon (esa que nadie menor de 35 recuerda) y Mad Max II. Le eché un vistazo de cerca a otra pieza valiosa de su colección: la katana (hecha en Cuba, pero que se ve muy bien).
Tuve la posibilidad de conectarme a Internet desde el móvil, toda una nueva experiencia que me sirvió para reiterarme mi necesidad de una pantalla más grande. Definitivamente, de alguna forma tengo que dar el salto a las 5 pulgadas.
Ahora que estoy de regreso me espera un tren de trabajo bastante molesto: un par de concursos de novela el año próximo y rescatar un abandonado proyecto de programación. Todo eso luego de ponerme al día con las noticias y sin dejar de trabajar en otros compromisos. No sé si conserve la cordura con tantas cosas juntas.
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