Hace un par de días, junto con la obligada felicitación de fin/inicio de año, le comentaba a Yoss que iba a todo trapo en la escritura de mi sexta novela. Esta vez, con planes de alcanzar las 100 mil palabras, pues en este momento ya voy por 67 mil y no estoy muy cerca del final.
En realidad, 100 mil palabras no es nada del otro mundo, la mayoría de las novelas de Sanderson, Abercrombie, Sapkowski o cualquier otro escritor de más o menos renombre llega o supera esa cantidad. No sé con exactitud cuántas páginas serán y en esta época digital ese término ya es medio irrelevante, pero supongo que romperé la barrera de las 400 en caso de que la edición sea similar a Despertar: Séptimo. Sin embargo, para los estándares de Cuba es extremadamente largo.
El caso es que acá hay cierto hábito que yo llamaba "el mal del escritor habanero" hasta que un amigo me corrigió, en realidad se trata del "síndrome de escribir para concursos". No solo en Cuba, en casi todo el mundo los concursos limitan mucho al escritor, al restringir el número de páginas/palabras. Un libro para concursos es menos de la mitad de una novela normal de un autor reconocido. Escribir para concursos es una necesidad, porque es la única forma de publicar rápido y seguro.
Me resultó curioso que mi primera novela, que es bastante corta, fue considerada "larga" por los colegas de la capital. No sé qué dirán cuando vean este ladrillo, ni siquiera sé si alguna editorial cubana la aceptará. Si me preguntan cómo lo conseguí, pues eso casi que necesita una conferencia (y algún día la haré, cuando tenga mi teléfono nuevo), pero la respuesta corta es atención a los detalles. La diferencia está en detenerse a narrar en vez de simplemente pasarle por arriba a los sucesos, aunque sin exagerar por supuesto.
En realidad, 100 mil palabras no es nada del otro mundo, la mayoría de las novelas de Sanderson, Abercrombie, Sapkowski o cualquier otro escritor de más o menos renombre llega o supera esa cantidad. No sé con exactitud cuántas páginas serán y en esta época digital ese término ya es medio irrelevante, pero supongo que romperé la barrera de las 400 en caso de que la edición sea similar a Despertar: Séptimo. Sin embargo, para los estándares de Cuba es extremadamente largo.
El caso es que acá hay cierto hábito que yo llamaba "el mal del escritor habanero" hasta que un amigo me corrigió, en realidad se trata del "síndrome de escribir para concursos". No solo en Cuba, en casi todo el mundo los concursos limitan mucho al escritor, al restringir el número de páginas/palabras. Un libro para concursos es menos de la mitad de una novela normal de un autor reconocido. Escribir para concursos es una necesidad, porque es la única forma de publicar rápido y seguro.
Me resultó curioso que mi primera novela, que es bastante corta, fue considerada "larga" por los colegas de la capital. No sé qué dirán cuando vean este ladrillo, ni siquiera sé si alguna editorial cubana la aceptará. Si me preguntan cómo lo conseguí, pues eso casi que necesita una conferencia (y algún día la haré, cuando tenga mi teléfono nuevo), pero la respuesta corta es atención a los detalles. La diferencia está en detenerse a narrar en vez de simplemente pasarle por arriba a los sucesos, aunque sin exagerar por supuesto.
Seguramente la editorial te pedirá que lo publiques en dos partes ... o tres :-P
ResponderEliminarEstuve pensando en eso, pero entonces me quedarían dos libros muy cortos, de unas 50 mil palabras cada uno. Eso sería más o menos como La piedra ardiente, y quizás tenga la ventaja de que me paguen por dos libros separados :). La otra variante sería una edición cubana partida en dos y otra para "afuera" en un solo libro.
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