A través de barrapunto llego a un post de pjorge acerca de un artículo en The Economist sobre el tema del asunto. No voy a abundar acerca de los detalles que destaca pjorge. Hay algo en esta polémica que me recuerda las comparaciones de seguridad entre Linux y Windows basadas en el número de agujeros publicados. Siempre hay un número abrumadoramente mayor de vulnerabilidades en Linux, por la sencilla razón de que los "investigadores" "olvidan" mencionar que en la categoría Linux caen todas las vulnerabilidades de muchas aplicaciones (apache, sendmail, ftp, kernel, etc). En cambio, sólo se comparan contra las vulnerabilidades de unas pocas aplicaciones en Windows (el núcleo, outlook, IE que es casi parte del núcleo). Si hay un detalle que obvian muchos detractores es el porcentaje mínimo de casos que desarrollan conductas agresivas. Sin embargo esos casos reciben gran cobertura de prensa, porque evidentemente la historia de un jugador de toda la vida que jamás mató ni una mosca no hace noticia.
En ningún caso estoy haciendo una defensa de la violencia gratuita. Debo reconocer que me gustan algunos juegos violentos (inevitablemente cuando pruebo un juego de autos me decepciona no poder arrollar a los peatones). Pero la violencia debe tener ciertos límites cuando sabemos que de una forma u otra estará al alcance de mentes infantiles.
Pero de ahí a usar los videojuegos como chivo expiatorio de las culpas de una civilización eminentemente violenta, hay un gran trecho. Que por desgracia no es tan grande para los que hacen carrera en los medios manipulando cerebros más débiles e incapaces de sumar dos y dos.
Por poner un ejemplo, hace unos meses viajaba yo rumbo a casa de mi madre, cuando en plena autopista nos encontramos a cinco hombres golpeando a uno. Como si fuera poco, uno de los atacantes cogió un leño para golpear al agredido mientras otro lo sujetaba en el piso. Al margen de lo penoso de la situación, no pude evitar preguntarme luego qué clase de juegos gustaban a los agresores, si es que alguno de ellos ha tocado jamás una consola o PC.
Hay muchos factores aquí a tener en cuenta, y la educación familiar es el primero. Si educamos a nuestros hijos en el culto a la violencia y no les enseñamos a percatarse que matar a todos los enemigos puede ser una solución óptima en un videojuego o una película, pero no en la vida real, seguirán habiendo tiroteos en las escuelas. Y los criticones de turno seguirán haciendo carrera a costa del nuevo invento de la industria del entretenimiento. Como bien lo dice el artículo, estas movidas son cíclicas.
En ningún caso estoy haciendo una defensa de la violencia gratuita. Debo reconocer que me gustan algunos juegos violentos (inevitablemente cuando pruebo un juego de autos me decepciona no poder arrollar a los peatones). Pero la violencia debe tener ciertos límites cuando sabemos que de una forma u otra estará al alcance de mentes infantiles.
Pero de ahí a usar los videojuegos como chivo expiatorio de las culpas de una civilización eminentemente violenta, hay un gran trecho. Que por desgracia no es tan grande para los que hacen carrera en los medios manipulando cerebros más débiles e incapaces de sumar dos y dos.
Por poner un ejemplo, hace unos meses viajaba yo rumbo a casa de mi madre, cuando en plena autopista nos encontramos a cinco hombres golpeando a uno. Como si fuera poco, uno de los atacantes cogió un leño para golpear al agredido mientras otro lo sujetaba en el piso. Al margen de lo penoso de la situación, no pude evitar preguntarme luego qué clase de juegos gustaban a los agresores, si es que alguno de ellos ha tocado jamás una consola o PC.
Hay muchos factores aquí a tener en cuenta, y la educación familiar es el primero. Si educamos a nuestros hijos en el culto a la violencia y no les enseñamos a percatarse que matar a todos los enemigos puede ser una solución óptima en un videojuego o una película, pero no en la vida real, seguirán habiendo tiroteos en las escuelas. Y los criticones de turno seguirán haciendo carrera a costa del nuevo invento de la industria del entretenimiento. Como bien lo dice el artículo, estas movidas son cíclicas.
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